Le sucede tan seguido que ya no puede explicar de manera correcta
desde hace cuánto tiempo ha estado pasando, ocurre y vuelve a ocurrir.
X súbitamente se dio cuenta de
donde estaba y qué estaba haciendo, como si despertara repentinamente de una siesta y después de estar confundido
reconociera el lugar donde despertó.
Llegó a un estacionamiento, el
auto estaba aún encendido y su pie derecho completamente extendido pisaba el freno hasta el fondo. Apagó el auto pero seguía
pisando el freno. Sentía su cabeza como si estuviera hueca, no pensaba en nada,
era como reiniciar una computadora después de instalar las malditas
actualizaciones.
No tenía forma de tener certeza
de cuánto tiempo pasó en stand-by con
las manos al volante y el pie en el freno, no tenía registro de cuanto
transcurrió. Lo que si podía sentir claramente era la sensación absurda e
ilógica de que algo malo ocurriría si
soltaba el freno
-Voy a perder el control- pensó
Una sensación muy similar a las
pesadillas recurrentes de su infancia, antes de aprender a manejar, donde estaba
dentro de un auto que se movía lentamente por inercia pero X no podía hacer
nada por detenerlo, dirigiéndose inevitablemente a causar un accidente.
Exhaló, realizó el primer intento
voluntario de soltar el freno pero empezó a notar un dolor y tensión en el
cuello.
Empezó a recapacitar sobre cuánto
tiempo había estado en el estacionamiento, sus músculos estaban todavía tensos
pero sus ideas eran menos torpes.
-¿Convulsioné? – Se preguntó
-¿Así es como se sienten las
convulsiones? ¿No debería estar sacudiéndome y moviendo las manos y los pies, echando baba
por la boca? – Se cuestionaba porque esa era la imagen que el asociaba a las convulsiones cuando algo
así pasaba en las películas.
A pesar de que sus preguntas ya hacían
una secuencia más fluida, sus pensamientos no eran muy claros.
-¿Tengo un tumor en el cerebro?
¿Tengo seguro médico?
Trató de recordar si alguna vez
realizó algún trámite de inscripción de seguridad social –odiaba los tramites-,
trataba de recordar cuales eran los papeles importantes guardados bajo llave en
su cuarto.
-¿Puedo pagar una cirugía de
cerebro? ¿Tengo seguro médico? Si
permito que lo graben, la cirugía del cerebro, y lo televisen ¿Podría ganar
dinero para pagar la cirugía? ¿Cómo sería el título del programa? ¿Tendrían que
censurar o pixelear cuando mi cabeza
esté abierta y mis tripas cerebrales estén expuestas? ¿Es algo obsceno, como mostrar
los genitales o algo sexual? ¿Será que no tengo pudor por mostrar mi cerebro
tumoroso? ¿Alguien se excitaría con eso?
Al tener el tinte obsceno sexual,
la idea le pareció ridícula, como si el solo estuviera censurándose. Quedó firmemente
convencido de que no tenía cáncer cerebral.
Su siguiente cadena de ideas tampoco estaba muy relacionada a su situación,
o al menos eso aparentaba.
-Me dijo que puso su celular a
hablar mi texto mientras el manejaba y no entendió nada, le pareció disgregado
y por ningún lado.
X se refería a la ocasión cuando,
en confianza, compartió una historia que había escrito a alguien con quien recién
comenzaba una amistad. X imaginaba a la voz robótica del procesador de texto
del celular, monótona y entre cortada
leyendo su historia, mutilando su cadencia como un aparato de GPS indicando una
dirección de forma imperativa.
-OK él tiene razón, no tiene ni
pies ni cabeza- Dijo por primera vez en voz alta mientras permanecía sentado en
su auto.
X odia hacer conciente lo
presente, detesta detenerse y darle significado a las cosas a su alrededor y a
sus pensamientos. Le recuerda tener conciencia de respirar, cuando la atención
está enfocada en los movimientos de inhalar y exhalar y paradójicamente mientras
más se intenta hacer en automático, más difícil resulta dejar de concentrarse en el esfuerzo
voluntario de la respiración.
-Creo que rompí el freno. Pensó
Fue necesario que bajara la vista
para darse cuenta que aún tenía el pie estirado y pisando fuertemente el pedal,
y que el dolor y el calambre en su pantorrilla era por mantener la pierna en
esa posición y el esfuerzo sostenido.
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