domingo, 25 de noviembre de 2007

chocolate, vainilla



Recorrí un pacífico camino a la luz del día, silbando, escuchando a las aves, admirando un paisaje de montañas de fieltro sabiendo que sería la última vez que vería la luz orgánica en mucho tiempo. Fui encerrado en una mazmorra mental y física e instruido en el placer de la disociación, la deshumanización, el dolor, la fornicación y el silencio. Escuchaba cuentos de caballeros de fondue por la noche, sentía una intensa atracción hacia mi institutriz, la piloto de una maquina desconocida por mí.

Ahora te espío, entré a tu cuarto, aquí no eres la utópica femme fatale glamorosa pero tu elegancia se hace presente. Estoy fascinado por tu habitación y lo que se encuentra dentro, puedo inventar cientos de historias acerca de ti y de los objetos que significan algo para ti. Acabas de salir de la habitación porque las sabanas aún están tibias, me meto en tu cama y dormito. No recuerdo tu apariencia, el momento me hace recordar cosas que solo estoy imaginando.